POR QUÉ NOS VOLVEMOS MENOS NARCISISTAS CUANDO SOMOS MAYORES.
A medida que envejecemos, solemos escuchar la frase “el tiempo pone a cada uno en su sitio”. Esta expresión encapsula la idea de que, con el paso del tiempo, nuestras verdaderas personalidades y valores se revelan y estabilizan. Uno de los aspectos más notables de este proceso es la disminución del narcisismo con la edad. Pero, ¿por qué ocurre esto?
El narcisismo, caracterizado por una excesiva admiración por uno mismo y una necesidad constante de atención y validación, suele ser más prominente en la juventud. Durante la adolescencia y la adultez temprana, las personas están en una fase de autodescubrimiento y autoafirmación. La búsqueda de identidad y la necesidad de aceptación social pueden fomentar comportamientos narcisistas. Además, en esta etapa, los individuos a menudo se centran en sus logros y apariencia, alimentando una visión egocéntrica del mundo.
Sin embargo, a medida que envejecemos, varias fuerzas y experiencias de vida comienzan a erosionar este narcisismo. Una de las razones principales es la acumulación de experiencias y sabiduría. Con los años, las personas enfrentan una variedad de desafíos y adversidades que les enseñan humildad y empatía. Estas experiencias pueden incluir pérdidas personales, fracasos profesionales, enfermedades y otras dificultades que resaltan la interdependencia humana y la importancia de la comunidad y las relaciones significativas.
Además, el envejecimiento trae consigo un cambio en las prioridades y valores. Mientras que los jóvenes pueden centrarse en la autoexpresión y la validación externa, los mayores tienden a valorar más la conexión emocional, la familia y las contribuciones a la sociedad. Este cambio de perspectiva disminuye el enfoque en uno mismo y aumenta la preocupación por los demás.
La teoría de la selectividad socioemocional de Laura Carstensen también proporciona una explicación interesante. Esta teoría sugiere que, a medida que las personas envejecen y perciben el tiempo como finito, se vuelven más selectivas en sus relaciones y actividades. Buscan interacciones que les brinden satisfacción emocional y evitan aquellas que no son gratificantes. Esta selectividad puede reducir el narcisismo, ya que los individuos priorizan relaciones auténticas y significativas sobre la búsqueda de admiración y aprobación superficial.
El desarrollo del sentido de identidad también juega un papel crucial. Con el tiempo, las personas desarrollan una comprensión más sólida y segura de quiénes son. Esta identidad estable y madura no necesita la validación constante que caracteriza al narcisismo. La autoaceptación y el autoconocimiento profundo permiten a los individuos sentirse cómodos en su propia piel, sin la necesidad de impresionar a los demás continuamente.
Además, el envejecimiento a menudo conlleva una mayor conciencia de la mortalidad. Reflexionar sobre la finitud de la vida puede fomentar una perspectiva más amplia y menos centrada en uno mismo. Las personas comienzan a valorar más las contribuciones que pueden hacer al bienestar de los demás y al legado que dejan, en lugar de centrarse únicamente en sus propias necesidades y deseos.
El tiempo pone a cada uno en su sitio al permitir que las experiencias de vida, la madurez emocional y los cambios en las prioridades personales reduzcan el narcisismo. A medida que envejecemos, nos volvemos más conscientes de nuestra interdependencia y valoramos más las relaciones auténticas y las contribuciones significativas a la sociedad. Este proceso nos lleva a una existencia más equilibrada y menos centrada en nosotros mismos, demostrando que, efectivamente, el tiempo tiene la capacidad de poner a cada uno en su sitio.
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